Extracto de Sobre los acantilados de mármol – Ernst Jünger
Todos vosotros conocéis la profunda melancolía que nos sobrecoge al recordar los tiempos felices. Esos tiempos que se han alejado para no volver más y de los cuales estamos más implacablemente separados que por cualquier distancia. Y las imágenes de la vida son más seductoras todavía vistas en el reflejo que nos dejan, y pensamos en ellas como en el cuerpo de una amada difunta que reposara bajo tierra y que de pronto se nos apareciera, como un luminoso espejismo. Una y otra vez nos entregamos a nuestros sedientos ensueños y tratamos de revivir el pasado, deteniéndonos ante cada uno de sus pormenores y de sus detalles. Y cuando tal hacemos nos parece que nunca hemos sabido apurar las posibilidades de la vida y del amor, pero nuestro arrepentimiento no puede hacer emerger lo que en definitiva se ha hundido para siempre en la nada. ¡Ojalá que este sentimiento fuera una lección que pudiéramos tener presente en cada momento de felicidad! Y el recuerdo es todavía más dulce cuando se refiere a unos años de felicidad que terminaron de una manera súbita, inopinadamente. Únicamente entonces nos percatamos de que para nosotros, los humanos, ya es una suerte vivir en nuestras pequeñas comunidades, bajo un techo apacible, gozando de amables conversaciones y siendo cariñosamente saludados por la mañana y por la noche.