Extracto de Meditaciones – Marco Aurelio
No desprecies la muerte; recíbela, antes bien, de grado, como que es ésta una de aquellas cosas que quiere la naturaleza. Porque es tal la disgregación de tu ser, cual es la juventud, la vejez, el crecimiento, la madurez, la aparición de los dientes, de la barba y de las canas, la fecundación, el embarazo, el alumbramiento y otros efectos naturales que llevan consigo las diversas edades de tu vida. Por esto, es propio del hombre dotado de razón no afligirse ante la muerte, ni apartarla rudamente, ni tratarla con altivez, sino esperarla como uno de los otros efectos naturales. Y a la manera que ahora aguardas el día en que el niño salga del seno de tu mujer, así se debe esperar la hora en que tu alma se escapará de la envoltura de su cuerpo.
Pero si quieres un precepto vulgar, corroborativo de tu corazón, te valdrá sobre todo para estar bien dispuesto con la muerte, la consideración hecha acerca de los objetos de que habrás de separarte y sobre las costumbres con las cuales tu alma no tendrá ya que mezclarse. No obstante, si bien de ningún modo conviene irritarse contra los hombres, sino mirarlos con benevolencia y llevarlos con dulzura, acuérdate que muriendo te librarás de unos hombres que no concuerdan con tus principios. Esta sola consideración, si fuese dable, te retendría y ataría a la vida: la de que se te concediera el vivir en una sociedad que siguiese tus mismos principios. Pero tú bien ves ahora qué fastidio produce el desequilibrio de la vida llevada en común, de suerte que uno se ve precisado a exclamar: ¡Ven cuanto antes, oh muerte, no sea que al fin también yo llegue a olvidarme de mí mismo!